martes, 9 de octubre de 2012

Visiones Antiguas del Cosmos en la Amáraka

Primera Parte 

Los Aztecas




El universo azteca estaba dividido en dos: el horizontal y el vertical. El correspondiente al horizontal, éste se extendía en cinco direcciones partiendo del centro y hacia los cuatro puntos cardinales. Cada dirección era dominada por una deidad con características geográficas y supersticiosas distintas y le
era asignado un color.

Por su parte, el oriente era el territorio del dios Tláloc y de Tlahuízcalpantecuhtli (la estrella matutina) y llevaban el color rojo, el sur correspondía a Huitzilopochtli con el color azul, el occidente pertenecía a Quetzalcóatl y era blanco y el norte a Tezcatlipoca siendo su color el negro.

Tenían en la conformación del mundo los paraísos y los infiernos, siendo nueve paraísos que con el tiempo se transformaron en trece y en éstos habitaban los dioses según su jerarquía, por ejemplo podemos citar el paraíso de Tláloc, donde acudían los que morían ahogados o fulminados por un rayo, los guerreros y las mujeres que morían al dar a luz, eran tratados igualmente (como valientes al servicio de los dioses) y tenían un paraíso especial que compartían, el resto de los mortales iban a un lugar «comunitario» que era el Mictlán.


El calendario azteca, o piedra del Sol, es el monumento más antiguo que se conserva de la cultura prehispánica. Se cree que fue esculpido alrededor del año 1479. Se trata de un monolito circular con cuatro círculos concéntricos. En el centro se distingue el rostro de Tonatiuh (Dios Sol), adornado con Jade y sosteniendo un cuchillo en la boca. Los cuatro soles o eras anteriores, se encuentran representados por figuras de forma cuadrada que flanquean al quinto sol, en el centro. El círculo exterior está formado por 20 áreas que representan los días de cada uno de los 18 meses que constaba el calendario. Ahora, para completar los 365 días del año solar, los aztecas le incorporaban a su calendario cinco días aciagos o nemontemi.




Para los aztecas, el mundo constaba de tres partes principales: la tierra, el lugar donde viven los seres humanos, determinado por Omecíhuatl; un inframundo o Mictlan, la cual pertenecía a los muertos, y el cielo, determinado por Ometecuhtli, que era impenetrable para los humanos. En cuanto a la cosmología, los aztecas desarrollaron una constituida por eras definidas por soles, cuyos finales tenían un origen cataclísmico. El primer sol, Nahui-Oceloti (Jaguar) era un mundo poblado por gigantes, que fue destruido por jaguares. El segundo sol, Nahui-Ehécati (Viento) fue destruido por un huracán. El tercer sol, Nahuiquiahuitl, por una lluvia de fuego. El cuarto sol, Nahui-Ati (agua) fue destruido por un diluvio. Y el quinto, Nahui- Ollin (movimiento) estaba destinado a desaparecer por los movimientos de la Tierra.

En cuanto a la sucesión entre el día y la noche, lo aztecas la consideraban como un fenómeno producido por la constante lucha entre los principales astros. Dado que durante el día es muy difícil observar a la Luna, como asimismo a las estrellas, ello lo interpretaban ese hecho como un acto del Sol naciente (Huitzilopochtli) que mataba a la Luna (Coyolxauhqui) y, también, a las estrellas.

Para los aztecas, la astronomía era parte de su religión, por consiguiente era muy importante. Construyeron observatorios que les permitieron realizar observaciones muy precisas, hasta el punto que midieron con gran exactitud las revoluciones sinódicas del Sol, la Luna y los planetas Venus y Marte. Al igual que otros pueblos de la antigüedad, agruparon las estrellas brillantes en asociaciones aparentes (constelaciones). En cuanto a los cometas, éstos fueron considerados como si fuesen «estrellas humeantes».

Con respecto a la cosmología azteca, ésta coincidida, fundamentalmente, con la ritualización de las pautas de los mitos. En las antiguas cosmologías mesoamericanas, la Tierra era un disco aplastado entre dos pirámides escalonadas que se encontraban invertidas. Cada escalón de la pirámide de arriba representa una hora del día y una estación del cielo, y cada escalón de la pirámide de abajo representa una hora de la noche y una estación del inframundo. La corriente que fluye alrededor del mundo y alrededor de las bases de las dos pirámides se llamaba chicunauhapan, «nueve corrientes», porque hay nueve corrientes en los nueve infiernos. La doble pirámide del mundo está compuesta por las trayectorias de los movimientos del Sol a través del cielo durante el día y a través del inframundo durante la noche. El cielo supremo se halla en el ápice del ascenso del Sol y el infierno más bajo está en el nadir de su descenso.

Ahora, en cuanto a esa ritualización paradigmática, los aztecas introducen algunas variantes. Mantienen los nueve niveles del infierno, pero aumentan a trece el número de cielos, siendo el más alto el llamada Omeyocan «lugar de la dualidad», y credo del progenitor dios dual Ometeotl. Por su parte, los niveles dejan de ser piramidales para estratificarse, en los cuales, los de arriba son asientos de deidades especiales o de fenómenos de la naturaleza, y los estratos de abajo son una sucesión de terrazas que aguardan al Sol y a las almas de los muertos. Los movimientos del Sol se hallan conectados con el más allá. Las almas de los guerreros muertos en batalla y las de los reyes y comerciantes, junto a la de las mujeres que murieron durante el parto se transforman en pájaros colibrí que siguen al Sol en su derrotero por los cielos. Aquellas almas de personas que murieron por causas menos gloriosas van a Mictlan, el lugar de los muertos.

Por su parte, los incas, como tantas sociedades contemporáneas y precedentes a ellos, desarrollaron una compleja cultura en la cual se relacionaban los elementos de la naturaleza, tanto terrestres como celestes. Objetos naturales y artificiales que fueron cargados de significaciones religiosas, sociales y políticas, que rigieron y organizaron la vida social en los tiempos precolombinos.

El hecho de observar el cielo y regirse por la regularidad de los astros para las actividades agrícolas no es exclusivo de los incas. De hecho, la cosmología incaica se desarrolló sobre la base de los conocimientos andinos preexistentes, los que conformaron un complejo sistema donde se relacionaban varias huacas (santuarios) tales como montañas, cuevas, manantiales, lagunas, muchaderos (rocas o lugares destinados al culto), apachetas y otros elementos en del paisaje, con las «ánimas» o espíritus. Desde tiempos ancestrales el Sol junto a la Luna fueron utilizados con fines astronómicos, conformando un calendario estrechamente vinculado a las actividades agrícolas. Los incas potenciaron e institucionalizaron estos conocimientos astronómicos, convirtiéndolos en una fuente de poder y dominación.

De: 
Visiones antiguas del cosmos

http://www.astrocosmo.cl/b_p-tiempo/b_p-tiempo-04.01.htm


Otras fuentes:
http://www.proyectosalonhogar.com/Civilizaciones/Civilizaciones_azteca.htm

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